EL CUARTO DEL DISOCIO: REFUGIO DE LA NOSTALGIA - ENSAYO: FILOSOFÍA DE LA LOCURA

Han sido largas las noches donde la luz de la luna me acompañaba mientras la nostalgia asediaba mi mente. Un suceso fatal, donde, en el rincón abisal de la mente, el cuarto del disocio libera sus bestias, disuelve al superyó y amenaza con destruir al yo. Esta es la batalla silenciosa que libramos los jóvenes contra la nostalgia, un sentimiento traicionero que, en esta sociedad moderna, ha perdido su esencia y se ha corrompido.

El padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, concebía la nostalgia como una forma de melancolía, una trampa que nos vuelve incapaces de superar el duelo y avanzar. Este estancamiento vuelve a la nostalgia un síntoma de una herida abierta, un ancla del pasado que, en lugar de brindarnos felicidad, nos produce una tristeza estéril. En el cuarto del disocio, la melancolía se amplifica y el sufrimiento se vuelve insoportable. No es un recuerdo, es una cadena.

Zygmunt Bauman, por su parte, advierte que en la era de la "vida líquida", o sea, la vida rápida, superficial y cambiante, la nostalgia es prácticamente inevitable. Despertamos en un mundo donde los vínculos son frágiles, haciendo de los momentos felices algo efímero. Así, incluso los recuerdos recientes se vuelven fuente de nostalgia, como si la instantaneidad de las redes sociales y el mundo digital nos robara la posibilidad de disfrutar la vida. En este vacío, el cuarto del disocio se alimenta de las imágenes fugaces y las transforma en sombras que nos acechan.

Para salir de la trampa de la nostalgia, tal vez deberíamos mirar al pasado para repensar el presente. Friedrich Nietzsche, en su teoría del eterno retorno, nos propone abrazar la vida ahora, con todas sus dificultades, incluyendo el dolor. Así, la nostalgia no debería ser una cárcel, sino un puente, una oportunidad para aprender de lo que vivimos. En lugar de negar el sufrimiento, debemos integrarlo como parte esencial de nuestra existencia.

Hoy, la nostalgia es, para muchos, una cárcel donde los recuerdos se vuelven parásitos que carcomen el presente. Pero no debe ser así. La nostalgia puede y debe transformarse en un puente, un medio de aprendizaje que nos permita forjarnos como seres más conscientes. Estancarse en el pasado es entregarse a la batalla contra el absurdo, contra el cuarto del disocio, esa leonera mental que agita los pensamientos más oscuros. Resistir, entonces, consiste en transformar la nostalgia en fuerza, en una brújula que nos oriente hacia el sentido, no hacia la desesperación.

Los instantes únicos son la semilla de la nostalgia

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