DEL SUPERHOMBRE AL INFRAHOMBRE - ENSAYO: FILOSOFÍA DE LA LOCURA
Friedrich Nietzsche fue un adelantado a su tiempo, sin duda, una de las mentes más provocadoras que ha presenciado la historia. Su actitud crítica conforma un bloque que se relaciona estrictamente con la realidad contemporánea. No obstante, el péndulo cultural está constantemente cambiando e influyendo en los jóvenes de nuestro tiempo.
En una sociedad más libre y abierta al desarrollo personal, el superhombre de Nietzsche podría encontrar su terreno ideal. Sin embargo, como dijimos, la cultura comienza a hacer mella en la oportunidad propuesta por el alemán.
El concepto de superhombre se describía como aquella persona que había trascendido el vacío que había dejado la muerte del dogma, es decir, en palabras de Nietzsche, el nihilismo positivo frente a la muerte de Dios. Así pues, en una sociedad libre, que no está sometida a leyes universales ni creencias inmutables suprasensibles, ¿no se podría desarrollar?
La respuesta corta, sí; pero no como lo describía el concepto. El superhombre, en sí, hacía referencia al individuo que se reinventa, que conquista la libertad y es él mismo. En cambio, hoy, "ser uno mismo" ya no es una conquista, sino una obligación. Una consigna social más que un acto de libertad ¿Esto convierte a este concepto en un objeto de presión social?
Sin duda, las redes sociales se posicionan como un factor relevante que incide en la sociedad. Cada uno debe construir una imagen pulcra y original, aparentar ser un superhombre: creativo, fuerte, resiliente, exitoso. Pero esa figura no nace del deseo interno, sino de la presión externa. Así se origina una paradoja: cuanto más nos intentamos parecer al superhombre, más nos alejamos de ser nosotros mismos. Así pues, el superhombre no existe, porque no nace del propio ser humano, sino de la influencia cultural que presiona al hombre a crearse una imagen que aliena su personalidad, es decir, bloquea su desarrollo auténtico. Nos dejamos llevar por la falsa perfección de las redes.
Entonces ahí surge el inverso: el infrahombre. No es el que fracasa en su intento, sino el que ni siquiera lo intenta, resignado a parecer sin llegar a ser. Un sujeto domesticado por la mirada externa, moldeado por la imagen y no por el pensamiento. Donde Nietzsche soñó con la voluntad de poder, hoy despertamos frente a la voluntad de aprobación.
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El superhombre soñó con la libertad. El infrahombre se conforma con ser visto. |
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