PENSAR COMO PERROS - ENSAYO: FILOSOFÍA DE LA LOCURA

Observando detenidamente el comportamiento de mi perro Apolo, me di cuenta de que come con una ansiedad impropia, casi instintiva. Mi padre me explicó que estos animales no son capaces de prever el mañana ni de saber si tendrán o no comida al día siguiente. Es un instinto natural e inherente que despertó una duda en mí. ¿Es acaso esta alimentación ansiosa una forma de vivir el presente? ¿Viven los perros su tiempo mejor que los propios humanos?

El comportamiento de Apolo llamó la atención, sobre todo por cómo me lo explicó mi padre. La incapacidad de proyectar el futuro obliga al perro a habitar plenamente el presente. Resulta curioso, pues el ser humano vive atado a la ansiedad que le genera, precisamente, la necesidad de prever, controlar o planificar su porvenir, sea más o menos lejano.

Este razonamiento revela cómo el ser humano moderno vive proyectado en el futuro, y no exactamente en uno idealista, sino en uno superficial: éxito, productividad, estabilidad, presión. Somos una sociedad del rendimiento, centrada en la inmediatez y la apariencia, más que en los detalles que brindan sentido a la vida. Vivir atados al futuro no genera otra cosa que angustia constante, una espera interminable hacia algo que nunca llega, sumidos en una esperanza banal.

Es aquí donde entran en juego las ideas clásicas de sabios como Horacio o Séneca. La noción del carpe diem no debe entenderse como hedonismo impulsivo, sino como sabiduría de la presencia. El perro no celebra la vida, pero actúa con total entrega al momento. Esa entrega puede inspirarnos a recuperar esa forma de sabiduría que hemos olvidado.

El perro no desea más allá de su necesidad inmediata. El ser humano, en cambio, desea constantemente y sufre por ello. La angustia que produce vivir centrados en el futuro inhibe nuestra voluntad de vivir plenamente. El perro se sacia; el humano, rara vez.

El ser humano vive atrapado en un "todavía no", mientras que el perro no vive para un "después", sino dentro de lo que hay ahora. Planificar no es negativo, sin embargo, vivir únicamente en función del mañana puede aniquilar el presente. La atención plena no implica renunciar a la razón, sino recuperar una sabiduría inmediata y encarnada. En definitiva, recuperar el presente no es dejar de pensar, sino dejar de temer.

El perro no es libre en sentido humano, pero su despreocupación por el futuro le ahorra muchas cadenas interiores que nosotros sí arrastramos. A pesar de nuestra supuesta superioridad racional, rara vez habitamos el presente como ellos. El miedo al mañana nos consume por dentro e interfiere con nuestro desarrollo vital.

Así pues, dudo que mi perro coma por ansiedad; más bien, lo hace movido por un intenso instinto que lo impulsa a vivir al máximo y a sobrevivir disfrutando cada momento, incluso algo tan simple como comer. No se trata de vivir como perros, sino de aprender de ellos a vivir el presente, sin estar rotos por el mañana. Quizá no se trata de tener menos futuro, sino de tener más presente.

El instante es valioso cuando no se teme a perderlo

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